Bipolaridad Étnico-Regional y la Constitución de la Nación y el Estado en Bolivia e Equador

(Capítulo do Livro Etnia e Nação na América Latina)

Autores: Rigoberto Rivera e Paulo E. Little

Introducción y presentación 1

Una característica de los países de América Latina, es que están conformados por regiones que tienen desarrollos desiguales en términos de recursos, de historia económica, así como de estructuras poblacionales.

Esta diferenciación étnico-regional tiene diversas formas según los países. Una de ellas es la situación de bipolaridad, esto es, países formados a partir de dos regiones claramente diferenciadas y con pesos semejantes en la estructura del país. En América Latina hay varios países bipolares, entre ellos Bolivia y Ecuador, países que escogimos para llevar a cabo el análisis del impacto de la bipolaridad en la constitución de la nación y el estado.

La hipótesis de este trabajo es que tal diferenciación, que denominamos de diferenciación étnico-regional, tiene importantes influencias sobre la formación y desarrollo de las sociedades nacionales y del estado en América Latina.

Marco teórico

En la constitución de las naciones y de los estados están implicadas una variedad de factores de tipo históricos, geográficos (ecológicos y de recursos), económicos, de características de la población, etc. En América Latina, desde el punto de vista de su constitución étnico-regional, pueden distinguirse tres tipos principales de polaridad étnico-regional: l) los países unipolares, que son una especie de ciudades-estado, como Chile y Uruguay; 2) países bipolares, como Ecuador, Bolivia y Perú; y 3) países multipolares, como Brasil y Colombia.

No obstante, las estructuras étnico-regionales no son estáticas, sino que cambian en el tiempo. Por ejemplo, durante el siglo XIX Argentina era claramente bipolar para, durante el siglo XX, tomar la forma de una ciudad-estado. El Perú, cambió desde una bipolaridad centrada en la sierra, para llegar a la actualidad a una bipolaridad centrada en la costa, que ejerce un dominio económico, político y cultural sobre la sierra.2 Lo mismo puede decirse de la evolución de las estructuras étnico-regionales en los demás países.

En nuestro modelo, el factor étnico-regional, entendido como el proceso de constitución de pequeñas entidades socio-culturales que tienen una base regional y geográfica, es fundamental para explicar los procesos de constitución de las naciones y en la evolución de la organización del estado. Por otra parte, las clases sociales, que tienen una dimensión nacional y sirven normalmente de sustentación del aparato del estado, no pueden consolidarse frente a la fuerza de factores de tipo étnico-regional.

El desarrollo de los cinco componentes nombrados: etnicidad, región, nación, clases y estado, son interdependientes. No obstante, su evolución no es necesariamente paralela, ya que puede haber desarrollo de organizaciones estatales sin haberse previamente constituido una nación. En este caso, las organizaciones del estado se sustentan en los grupos, ya sea étnicos, ya en las clases sociales, y en lideranzas caudillistas que sobrepasan las solidaridades étnicas y las clases sociales.

La etnicidad se relaciona con la constitución de la nación. Nuestra hipótesis considera que cuanto mayor es la variedad étnica, más compleja se vuelve la construcción de la nación, lo que debilita a las clases sociales, tornando más débil la estructura del estado.

Por tanto, la existencia de una estructura social doble, en la que algunos individuos participan sólo en las entidades étnicas, y otros, sólo en la estructura de clases, o combinaciones de ambas, presenta problemas tanto para la consolidación de la nación como para lograr elementos de identidad común, y para organizar el estado.

En los países analizados, y podría decirse que en toda América Latina, la tarea principal de la burguesía en su papel de clase dominante fue desarrollar un proyecto de nación en base a la disminución de la etnicidad. Este proyecto se inició a partir de un estado creado antes de que la población se constituyese como nación, incorporando los distintos elementos étnicos que estaban dentro de los territorios que fueron delimitados como propios. Esto incluía el debilitamiento de los grupos étnicos y su integración a un sólo proyecto nacional, reintegrándose en una estructura social de clases. Así, se esperaba que a mayor fuerza de las clases, más fuerte resultaría ser el estado, y eso mismo contribuiría a fortalecer a la nación.

Esta noción está siendo cuestionada desde dos dimensiones. Por un lado, cambios en la teoría política general, que tiende a fortalecer la idea de que los estados deben ser multi-étnicos, sosteniendo que una visión homogeneizadora, normalmente impulsada por un sector de la población, es contraria a los derechos de las minorías y, en último término, a los derechos humanos. Por otro, que están surgiendo un conjunto de nuevos elementos que también tienden a debilitar los objetivos homogeneizadores y controladores del estado. Baste citar los procesos integracionistas, las cuestiones ecológicas, el apoyo mundial a las reivindicaciones indígenas, etc.

Los Andes

Los Andes son una región con una alta identidad regional, que han llevado incluso a una gran cantidad de autores a proponer la existencia de una “racionalidad andina”, es decir, un cierto modo de pensar distinto a la “racionalidad occidental”. Lo andino está constituido básicamente por aquellas regiones que fueron parte del imperio Inca, incluyendo principalmente Bolivia, Ecuador y Perú. Estos tres países conservan parcialmente una unidad étnico-cultural, dominada por la cultura y la lengua quechua, más el grupo aymará, que es un enclave prácticamente rodeado de población quechua. Estos rasgos culturales se presentan también en partes del norte de Chile y el noroeste de Argentina.

Durante el período colonial, y como resultado de las nuevas demandas del mercado mundial, hubo regiones más dinámicas dentro de la región en su conjunto, tales como el valle del río Guayas en Ecuador, caracterizado por la producción de cacao; la costa norte del Perú, con la caña de azúcar; y el altiplano de Bolivia, con la producción de mineral de plata. El resto de las sub-regiones pasaron en gran medida a articularse con estas regiones aportando mano de obra, alimentos y animales de tiro, a los centros de mayor dinamismo. Fue así que gran parte de las regiones serranas se convirtieron en la práctica en áreas de reproducción de población.

Durante el siglo XIX en unos pocos casos se incorporaron nuevas áreas, particularmente los nuevos centros mineros, al mercado mundial. Uno de estos fue la sierra del sur del Perú, que a mediados del siglo comenzó a aumentar la producción de lana de alpaca para el mercado mundial, lo cual, por otra parte, incentivó un fuerte regionalismo centrado en la ciudad de Arequipa. Durante todo este período, y hasta bien entrado el siglo XX, muchas regiones de los Andes permanecieron en una situación de gran aislamiento, con contactos económicos y sociales bastante esporádicos con el resto del país.

Esto dio como resultado procesos de mestizaje bastante heterogéneos. En las sierras andinas en general, hubo poco mestizaje, fenómeno atribuido al alto número de población indígena. El caso de Bolivia, país básicamente andino, es característico por contar con bajas tasas de mestizaje mientras en Ecuador predominan altas tasas, en especial en la costa, fuente de diferencia muy importante con Bolivia, donde recién en las últimas décadas se está formando un importante núcleo de mestizaje en las regiones del oriente.

La racionalidad andina, por otra parte, posee importantes elementos a tener presente a fin de entender la cuestión nacional y del estado en los países andinos. En efecto, se sostiene que la racionalidad andina implica que la población indígena tiene una fuerte inclinación hacia formas solidarias de interacción social. Esta idea fue primeramente tomada por los “indigenistas”, esto es, blancos y mestizos, que intentaban rescatar tales elementos para desarrollar un modelo de sociedad moderna más humana que la propuesta capitalista positivista. Esta idea fue el sostén teórico de varios proyectos de partidos políticos en la región, tales como el Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en el Perú, y gran parte de los partidos de izquierda compartían este ideal. También proyectos tales como la reforma agraria fueron influenciados por esta ideología, de tal manera que en la estructura organizativa de los proyectos de asentamiento fueron incorporados mecanismos destinados a fortalecer, o bien, a recrear formas de solidaridad andina.

Actualmente la idea de racionalidad andina está aportando sostén teórico a una nueva tendencia llamada “indianismo”, esto es, un proyecto ideológico de los propios indígenas, en el cual no intentan integrar a los blancos o mestizos, sino reconocer su diferenciación y auto-afirmación nacional. El proyecto indianista, por tanto, propone que el estado en la región andina no se base en la ciudadanía al estilo occidental, con su jerarquización y ordenamiento del sistema según las clases sociales, sino en formas federadas de grupos étnicos consideradas como nacionalidades.

Análisis de los casos: Bolivia y Ecuador

La situación de Bolivia y Ecuador, revela una situación de bipolaridad de equilibrio étnico-regional, lo que permite realizar un ejercicio de análisis comparativo tanto con respecto a la cuestión de las influencias regionales sobre los procesos de formación de las naciones, como sobre la estructura y evolución de la organización del estado. Este equilibrio, sin embargo, como ya se señaló, no es estático y evoluciona de modo constante hacia nuevas formas de polarización, que se debaten entre las tendencias extremas de la homogeneización versus la diversificación.

En Bolivia la bipolaridad es más étnica que regional, basándose en la coexistencia de dos grupos étnicos dominantes desde el punto de vista poblacional y cultural, los aymarás y quechuas.3 En este caso la cuestión de la diferenciación geográfica es menos importante, aún cuando ambas etnias ocupan territorios preferenciales, el altiplano en el caso aymará, y los valles orientales (o yungas), en el caso de los quechuas. En Bolivia la unidad nacional, por otra parte, está estructurada a partir de una minoría blanca y mestiza, que lleva adelante el proyecto de constitución de una nación.

En Ecuador la bipolaridad es fuertemente regional, caracterizada por la costa, habitada sobre todo por población mestiza, incluyendo componentes de origen africano, respecto de la sierra, habitada por población indígena quechua y mestizos. La segmentación regional es estimulada por la presencia de dos ciudades, Guayaquil y Quito, de peso poblacional y económico semejante, en cada región.4

Bipolaridad étnico-regional

Ecuador es un país que cuenta con 10 millones de habitantes, distribuidos aproximadamente mitad en la sierra y mitad en la costa. La región amazónica, que está en proceso de expansión poblacional, tiene menos de un cinco por ciento de la población. La sierra y la costa fueron regiones que desde la colonia tuvieron economías y administraciones separadas. La sierra norte del país sede de la Audiencia de Quito, pertenecía a la jurisdicción del virreinato de Nueva Granada (Bogotá); la región de Guayaquil, en cambio, pertenecía al virreinato del Perú. Fue recién con posterioridad a la independencia, cuando ambas entidades formaron parte de la Gran Colombia, que comenzaron a acercarse desde el punto de vista político-administrativo.

Al separarse de la Gran Colombia en 1830, y luego después de algunas disputas, los gobiernos de ambos territorios decidieron constituir un solo país. Sin embargo, la ausencia de una tradición común implicó también carencias en cuanto a denominaciones que pudieran identificar el país, rechazando cada región una denominación que favoreciera a la otra. Así se llegó a la denominación de Ecuador, por el hecho que en territorio del país se realizó la medición de la línea ecuatorial, y porque el país comenzó a ser conocido en el mundo como aquel territorio por donde pasa la línea del Ecuador. Por tanto, desde los inicios de su vida como nación independiente, el país tiene una crisis de símbolos comunes identificatorios. Eso se refleja, por otra parte, en la fuerte oposición y denominaciones negativas de unos a otros. Los costeños denominan “indios” a los habitantes de la sierra, en su forma más negativa, y éstos de “monos” a los costeños, para indicar su tropicalidad.

Bolivia es un país que cuenta con unos 8 millones de habitantes mostrando una estructura bipolar basada sobre todo en la oposición entre aymarás y quechuas, con profundas implicancias sobre la constitución de la nación y el estado. La situación de bipolaridad en Bolivia surgió por el hecho que en las regiones bajas (yungas), más allá de los límites tradicionales de la nación aymará, los incas instalaron colonias de poblaciones quechuas (yanaconas), para cuidar que no hubieran insurgencias aymarás. Por tanto, los aymarás quedaron atrapados entre el núcleo principal quechua por el norte y estos colonos por el sur y el este. El centro tradicional de los quechuas en Bolivia es el valle de Cochabamba, en dirección a las tierras bajas del oriente.

Durante la colonia, el territorio altiplánico, que constituye el corazón geográfico del país, pertenecía al virreinato del Perú con el nombre de Alto Perú. A principios del siglo XVIII, cuando se creó el virreinato del Río de la Plata, pasó a pertenecer a éste con el nombre de Audiencia de Charcas. Cuando se creó el país, al no tener denominaciones que identificasen a los pueblos que habitaban la región, el General Sucre impuso el nombre de Bolivia, en honor a su comandante, el General Simón Bolívar. Además del altiplano, a Bolivia se le asignaron los lejanos territorios del oriente, así como del llamado Despoblado de Atacama, en la costa del Pacífico. Este territorio comprendía los territorios aymarás y de influencia aymará en el sector del Pacífico, los territorios poblados por población quechua en los valles orientales, y las tribus que habitaban las fuentes de los ríos Amazonas y Paraguay.

La bipolaridad tiene consecuencias negativas y positivas en términos de la constitución de la nación y el estado. Por una parte, desde un punto de vista económico, por el hecho de que son regiones con recursos diferentes, pueden también ser complementarias, tendiendo a una fuerte auto-suficiencia alimenticia. En efecto, en ambos casos, son países que producen casi todos los alimentos y tienen recursos de materias primas para todo tipo de industria de vestuario. Las diferencias de recursos hace también que las regiones tengan inserciones en el mercado diferentes, pudiendo en cierta forma complementarse también a este nivel. No obstante, estas diferencias de orientación económica provocan fuertes contradicciones de estilos, intereses y culturas empresariales, lo que se transmite también a la sociedad y la política.

En ambos casos, pero más en Ecuador que en Bolivia, esto se traduce en un interés de los grupos con identidad regional, por controlar el estado, con el, objeto de imponer a todo el país sus propias convicciones, eliminando aquellos elementos promovidos por los otros que atentan contra la región de origen. En ambos países los grupos de las áreas andinas, tienen una posición en general más estatista, mientras que en las tierras bajas se observa una cultura empresarial más liberal. Estas diferencias son una consecuencia de la historia económica de las regiones, que en Ecuador es ejemplificada por la sociedad local de Guayaquil, ya desde la colonia organizada en torno al comercio mundial, mientras en la sierra los hacendados tradicionales eran mercantilistas y patrimonialistas, acostumbrados a buscar protección y prebendas en el estado. En Bolivia, la riqueza de la minería siempre atrajo a los gobernantes, y de hecho siempre fue la fuente de recursos más importante para el estado. De ahí el desarrollo de una cultura económica-política estatista. En cambio, las regiones bajas, sin grandes recursos, se desarrollaron en torno a la pequeña agricultura y el pequeño comercio, creando una cultura económico-política liberal.

Consecuencias para la nación

La información anterior permite sostener que estos países al nacer, no tenían identidad propia, y más aún, constituían uniones frágiles entre dos grupos que podrían ser considerados enemigos.

En Ecuador las diferencias no se limitan a una cuestión regional, y de historia diferentes, sino que las poblaciones que habitan sus territorios también lo son. La costa es una región poblada mayormente con mestizos, los que, durante varios siglos, desarrollaron una economía y sociedad con gran autonomía. En la sierra, por el contrario, la estructura de la sociedad es más compleja, ya que constituyó el asentamiento tradicional de la oligarquía colonial española y sus descendientes, que en parte se mestizó, aunque predominó la población indígena andina.

Estas diferencias en la historia y en la constitución étnica, unido al aislamiento geográfico entre ambas regiones, determinó un nivel bajo de auto-identidad como nación. Desde la independencia, y de modo particular durante el gobierno de García Moreno, un serrano, la construcción de la unidad nacional se tornó en un proyecto de estado, desarrollándose, posteriormente durante por lo menos un siglo. Los antecedentes disponibles permiten sostener que fue recién en la guerra con el Perú por la posición amazónica, en 1942, donde por primera vez serranos y costeños comenzaron a verse como integrantes de una misma nación. Ecuador perdió casi la mitad de su territorio y nunca ha reconocido tales pérdidas. Esta guerra marcó en profundidad la conciencia nacional y por ello, en su auto-percepción nacional, el lema, la marca identificadora principal de la nación es el siguiente: “Ecuador ha sido, es y será, un país amazónico”. Este lema está inscrito en todos los papeles oficiales del estado, se enseña en las escuelas, y está marcado a fuego en el corazón de cada ecuatoriano. Este naciente sentimiento nacionalista fue reencendido en 1981 por el entonces presidente Jaime Roldós a raíz de un nuevo conflicto bélico con el Perú. Es interesante observar que la exacerbación de este sentimiento nacionalista coincidió con la de un paquete de medidas económicas implementadas pocas semanas antes.

En Bolivia la cuestión de la identidad nacional es también problemática. La construcción de su identidad fue en gran medida un proyecto del estado, orientado a identificar a los habitantes de este territorio con el nombre de Bolivia, con un proyecto nacional propio. Este proyecto no fue liderado, no obstante, por alguna de las dos naciones indias que constituyen Bolivia (aymarás y quechuas), sino por una minoría blanca europea, en específico de origen español, que poseían las tierras y las minas.5

Al igual que en Ecuador, en Bolivia fue recién durante el conflicto y guerra del Chaco, prolongados desde 1929 a 1935, en que surgió un sentimiento de nacionalidad fuerte. La guerra comenzó debido al descubrimiento de petróleo en Camiri, en el oriente del país, y a los problemas de exportación que enfrentaba Bolivia, cuyo petróleo estaba en el centro del continente, pero con una posibilidad real de exportación a través de los ríos de la cuenca del Plata. Como nota curiosa, pero que al mismo tiempo revela la fragilidad de estos países frente a los intereses externos, es que en ambos casos, por detrás de las guerras estaban las mismas compañías petroleras transnacionales (Standard Oil y Shell Oil). En Bolivia la Standard quería exportar a través del río Paraguay, pero enfrentaba la oposición de la Shell, que a través de su influencia sobre la Argentina, dificultaba este procedimiento de exportación.

Esta guerra es considerada como un elemento central en la constitución de la nación boliviana moderna, ya que, por primera vez, ayamaras y quechuas, así como blancos y mestizos, se encontraron peleando lado a lado contra un enemigo común. Esto dio lugar a un fuerte nacionalismo boliviano, por una parte, e hizo surgir también un nuevo proyecto nacional a partir de la llamada “Generación del Chaco”, grupo de militares y civiles que pelearon en la guerra, que sufrieron el trauma de otra pérdida territorial, y quienes finalmente condujeron al país a la Revolución de 1952. En este movimiento, de corte nacionalista, se exacerbaron las fuerzas de unificación nacional. Se intentó eliminar no sólo las diferencias entre aymarás y quechuas, sino que se prohibió por decreto el uso del término “indio”, obligando a todo el mundo a ser “campesino”. Debe señalarse que, como en Ecuador, el símbolo nacional también pasó a estar vinculado a la recuperación de un territorio perdido, no ya en la última guerra, sino a la pérdida de sus territorios costeros en la Guerra del Pacífico, en 1879. Por eso, el lema del país pasó a ser: “Bolivia, país marítimo”.

En definitiva, las diferencias históricas entre regiones y etnias, produjeron en ambos países un escaso nivel de integración como nación. Los mismos traumas nacionales, como las pérdidas territoriales, incentivan a la población a buscar refugio en las identidades regionales y locales, pues no existe claridad en torno a un proyecto nacional. Este factor, a nuestro modo de ver, es fundamental para entender algunos de los procesos actuales de ampliación de la heterogeneidad cultural y de reforzamiento de sus identidades étnico-regionales.

Consecuencias para el estado

Ya hicimos notar la fragilidad de Ecuador y Bolivia ante la situación internacional a propósito de las guerras influenciadas por los intereses petroleros. Pero eso no es nuevo. Ambos países se caracterizan por haber perdido territorio frente a todos sus vecinos, incluso tanto, que en una ocasión, Ecuador, dejó de tener fronteras con Brasil, que también se llevó una parte de su territorio.

La orientación económica de ambas regiones del Ecuador fue, y sigue siendo, muy diferente. La costa fue siempre agro-exportadora, y eso determinó un estilo de comportamiento económico capitalista ya desde el siglo XVII, mientras que en la sierra predominaron formas semi-feudales hasta la década de 1960. La estructura principal de este tipo de hacienda era el huasipungaje, en donde el campesino (huasipungero) trabajaba para el hacendado a cambio del usufructo de un pequeño terreno (huasipungo). Eso, determinó que existiera una estructura de clases nacional débil, ya que habían clases sociales distintas entre una región y otra. Por tanto, en la naciente república, el estado estaba organizado en torno a dos tipos de clases dirigentes, hacendados semi-feudales con ideología conservadora y católica en la sierra, y empresarios exportadores con ideología liberal y masónica en la costa. Esta última característica de la sociedad de la costa, permitió la rápida integración de los migrantes de los más variados orígenes, particularmente de los sirio-libaneses, que comenzaron a llegar a fines del siglo pasado.

En Bolivia, el centro de la economía, fue siempre la minería, muy vinculada a la etnia aymará. Las regiones quechuas fueron por lo general más agrícolas y sus habitantes se dedicaron al comercio. Los aymarás, durante el siglo XX pasaron a constituir el centro del proletariado minero, mientras los quechuas constituyeron la fuerza campesina. Los aymarás, después de la Revolución del 52 tendieron a apoyar gobiernos civiles, mientras los sindicatos campesinos quechuas fueron más proclives a aliarse con los militares.

Cabe repetir como en ambos países, la construcción de la nación fue un proyecto que se intentó llevar a cabo a partir del estado. Ahora bien, dada la ausencia de una burguesía nacional sólida capaz de llevar adelante el proyecto, su intento de consolidar una nación, iniciado y llevado a cabo por minorías ilustradas, se orientó hacia el logro de la homogeneización cultural y la eliminación de las diferencias étnicas. Un proyecto enorme, sin duda, dada la complejidad de la situación. Estos grupos escogieron un modelo de gobierno presidencialista y republicano para desarrollar un proyecto en cierto sentido mesiánico de carácter modernista y positivista, frente a una población que en general, tenía una cultura política monarquista. Esta contradicción produjo tanto un recrudecimiento de los conflictos políticos como la oposición de una multiplicidad de intereses regionales. Estos últimos dieron origen a innumerables caudillos regionales, algunos de los cuales intentaron seriamente constituir naciones independientes. Por otra parte, las distintas fracciones de las élites, en nombre de Dios o de la libertad, fortalecieron sobre determinadas solidaridades étnico-regionales y se dedicaron con entusiasmo a hacerse la guerra unas a otras. Es así que en ambos países fueron pocos los presidentes que terminaron su mandato.

En estas condiciones, el proceso de integración nacional fue extremadamente lento, se agravó por limitaciones geográficas, que retardaron la construcción de vías de comunicación. Hasta 1908, antes de la construcción del ferrocarril, ir de Quito a Guayaquil demoraba más de 10 días a lomo de mula. Para los guayaquileños era más fácil ir a Lima que a Quito. Lo mismo se puede decir del aislamiento entre La Paz y el resto del territorio. Un hecho que ejemplifica estas dificultades es que la capital legal de Bolivia, la ciudad de Sucre, está en el sur del país, aproximadamente en el límite entre las regiones aymarás y quechuas. Sin embargo, como las conecciones de ferrocarril al exterior se concentraron en la región de La Paz, la capital de hecho del país es la ciudad mencionada.

Esta situación provocó una debilidad muy fuerte del estado, que tuvo tanto grandes dificultades para implementar obras de infraestructura, como una gran debilidad frente a sus enemigos externos. Por ende, si bien Ecuador perdió territorio frente a Colombia (dos veces, 1856 y 1916); Brasil y Perú; Bolivia lo perdió frente a Brasil, Argentina, Perú y Chile.

Situación actual

Actualmente, al iniciarse la década de 1990, ambos países comienzan a experimentar procesos de cambio que rediseñan la polaridad tradicional, con el surgimiento de nuevas cuestiones étnicas y de un redimensionamiento de la cuestión regional.

Otro polo: El oriente

Los acontecimientos ocurridos en el oriente, las guerras de 1938 en Bolivia, y de 1942 en Ecuador, fueron importantes en el fortalecimiento de sus identidades. Del mismo modo el oriente a partir de la década de 1960, comienza a acentuar su importancia económica, a raíz del descubrimiento del petróleo, lo que está alterando la bipolaridad tradicional en ambos países.

En el Ecuador, la explotación del petróleo fortaleció el papel del estado en la sociedad. Ahora bien, como está la capital, Quito, localizada en la sierra, esta región se benefició más de la riqueza petrolera que la costa. En el caso de Bolivia, la región andina, por tradición y cultura, además de la cercanía, se encuentra más inclinada hacia el Pacífico, mientras que el oriente hacia el Atlántico, cuyas instancias integracionistas, el Pacto Andino y el Mercosur, respectivamente, ejercen atracciones contrapuestas. En Ecuador la cuestión regional y la integración presentan una estructura diferente: la sierra favorece pactos integracionistas protectores de su precaria industria nacional instalada en la sierra, mientras la costa favorece la apertura de la economía y la integración a la economía mundial.

En cuanto a Bolivia, el oriente se destaca no sólo por el petróleo, sino por excelentes tierras para la agricultura en las llanuras de la cuenca del Plata y de la Amazonia, lo cual le permite integrarse a procesos de coordinación económica regional en estas dos regiones, particularmente con Brasil y Argentina. No obstante, al ser una tierra de gran inmigración, el oriente boliviano se está fortaleciendo como una importante región económica no indígena, al mismo tiempo redisería la tradicional bipolaridad aymará-quechua por otra, sierra andina-oriente, y fortalece por tanto una bipolaridad más geoeconómica que étnica. Sin embargo, el oriente, se define como mestizo, y por tanto, la nueva polaridad redefine la antigua, basada entre iguales, dos grupos indígenas, por otra de mayor subordinación, mestiza-indígena. El fortalecimiento económico del oriente ha llegado incluso a amenazar la estabilidad territorial del país con fuerzas separatistas que preferirían crear un país nuevo, sin tener que depender políticamente de la sierra indígena. La posesión de petróleo y de buenas tierras, y su ubicación en el ámbito económico del Mercosur favorece tales tendencias separatistas.

Cambios en el modelo de desarrollo

Un elemento a considerar es la crisis del modelo industrialista de substitución de importaciones, la que se descompone en varios aspectos específicos. Uno de ellas es la crisis del estado-providencia, que en el pasado contribuyó a fortalecer ciertas regiones a costa de las otras. Así, en Ecuador, la sierra, fue especialmente favorecida por los recursos transferidos desde la costa y desde la Amazonia. Del mismo modo, en Bolivia, los recursos del petróleo del oriente permitieron el fortalecimiento de la economía y del aparato del estado localizado en la región andina, en particular en la zona aymará. La crisis de este tipo de estado significó la posibilidad para el oriente de aprovechar mejor los recursos del petróleo.

Un segundo aspecto, relacionado con el anterior, es que la falencia del aparato estatal de producción, y sus industrias subsidiadas por el estado, se refieren al incremento de la llamada “economía informal”, y por tanto, con el debilitamiento de las clases sociales en general, tanto de la burguesía, como de la clase media, y del proletariado, afectando de paso la estructura de los partidos políticos. El aumento de las clases sociales basadas en el trabajo informal, implica la posibilidad de expansión de partidos que recurran a elementos de mesianismo, de solidaridades religiosas (pentecostalismo), así como de solidaridades de tipo regional o étnico, que sirven de nuevos polos de articulación social, ideológica y política a las masas de marginados urbanos. Un ejemplo de estos procesos es el populismo guayaquileño liderado por la familia Bucaram, en sus distintas y contradictorias tendencias.

Un tercer aspecto es la crisis de los modelos de crecimiento basados sobre la iniciativa del estado, que se revelaron anacrónicos para responder a la enorme diversidad de intereses y demandas sociales y políticas que surgieron de la creciente heterogeneización de la sociedad. El modelo de crecimiento desarrollista fue diseñado para responder a un tipo de sociedad con un bajo índice de heterogeneidad y basado en la hipótesis de que el desarrollo orientaría hacia una mayor homogeneidad, en tanto indígenas y campesinos, mestizos, etc., dejarían de verse a sí mismos como distintos, para pasar a engrosar las filas de la burguesía o del proletariado. Tal hipótesis de futuro fue desmentida por el desarrollo social que tendió a la mayor heterogeneidad.

El predominio creciente de la costa en Ecuador, y del oriente en Bolivia, también incrementa la importancia de la actividad privada en la gestión económica, en oposición a los modelos de substitución de importaciones de los 60s, que se basaron en el estado y fueron desarrollados principalmente en las regiones andinas. Esto marca también una diferencia en cuanto al carácter de las nuevas formas de bipolaridad. Las opciones de cambio orientándose hacia la economía de mercado, por tanto, implican no sólo ventajas para la costa ecuatoriana y el oriente boliviano, sino también perspectivas de crisis profundas para las regiones andinas, cuyas economías todavía dependen en gran medida de las iniciativas del estado.

La capacidad del estado de proseguir con su proyecto de formación de una nación homogénea está siendo amenazada por las políticas integracionistas, que tienen el doble carácter de ser al mismo tiempo impulsoras del desarrollo económico y perturbadoras del orden interno. Esto se debe a que participar en tales procesos integracionistas implica la cesión de una parte de las atribuciones tradicionales del estado a instancias supra-nacionales. Este problema no es grave cuando existen estructuras nacionales fuertes, pero implica peligros de desestabilización cuando se aplica a estados organizados sobre sociedades nacionales con intereses múltiples y divergentes.

Finalmente, los actuales modelos de desarrollo, con una sustentación teórica y ética sobre las cuestiones ambientalistas y conservacionistas, reconceptualizan otras formas de relación y de aprovechamiento de los recursos de la naturaleza. En esta orientación se incluyen nuevos elementos como el “ecoturismo” y los parques nacionales. Junto con esto se está revalorizando y rescatando la variedad social y cultural de las distintas regiones y grupos étnicos, oponiéndose a los modelos anteriores que buscaban la homogeneización social y cultural. Estas ideologías apoyan de hecho el surgimiento de nuevas formas de articulación, así en la sierra del Ecuador hoy día se tiende a redefinir la diferenciación entre mestizos e indios, o en Bolivia se fortalece un nuevo eje de bipolaridad, que tiene implícito el germen de nuevas formas de fraccionalismo étnico.

Los indios y otros actores que intervienen en el proceso

Una particularidad de la diferenciación regional en proceso de reconstitución es la tendencia a cambiar los actores sociales, los cuales en general contribuyen a fortalecer la diferenciación y las identidades étnicas regionales. Estos factores son causa, y a la vez efecto, del proceso de cambio que están experimentando estas sociedades.

Un actor que surge con mucha fuerza, en específico en el oriente ecuatoriano, es el movimiento indígena amazónico, marcado por la formación de una Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonia Ecuatoriana (CONFENIAE), en 1980, la que ha contribuido fuertemente a la revitalización de las propuestas indianistas en general en el país. Esto crea una presión interna, que apunta a la desestabilización del estado, por cuanto el incremento del indianismo conlleva la propuesta de un cambio en la estructura de la organización, así como de sus bases de sustentación reemplazando el concepto de soberanía universal por uno de soberanía étnica. Es así que Ecuador está terminando de redefinir su carácter nacional como un país que es a la vez multi-étnico y pluri-cultural.

Tal propuesta cruza transversalmente la tradicional estructura bipolar sierra-costa, ya que implica el reconocimiento de las 10 nacionalidades indígenas, que constituyendo el 25 por ciento de la población, reclaman derechos de confederación de naciones ante la mayoría blanca-mestiza restante. Este discurso ha impactado de modo similar en la minoría de población negra, muy concentrada en la provincia de Esmeraldas, que empieza también a elaborar propuestas de identidad afro-ecuatoriana.

En Bolivia la cuestión de las nacionalidades es muy fuerte también, en particular entre los aymarás, cuyos líderes proponen además, en el largo plazo, la constitución de un estado que incluya a los aymarás que viven en Chile y en Perú. Si bien este es un proyecto menos realizable en el mediano plazo, no es descartable la idea de que puedan existir algunas formas de organización y coordinación étnica supra-nacional, integrando a los miembros de esta etnia que viven en los tres países.

Otro nuevo actor son los narcotraficantes y los grupos asociados al narcotráfico, de gran importancia en Bolivia, localizados sobre todo en las tierras de media altura entre los Andes y las selvas amazónicas, territorio cercano al tradicionalmente habitado por la etnia quechua. Como consecuencia, estos últimos, están teniendo ventajas en cuanto a participar en la producción, mientras que los aymarás, una de cuyas inserciones económicas tradicionales fue el contrabando con Chile y Perú, están más involucrados en el comercio del producto y su transporte fuera del país. No obstante, las ventajas mayores son para la región oriental misma, que por su posición, está favorablemente situada para vincularse al comercio de narcóticos hacia Argentina y Brasil, y desde estos países hacia Europa y Estados Unidos.

El impacto del narcotráfico en el Ecuador es diferente, teniendo consecuencias significativas en especial en las esferas financieras.

Otro elemento que interviene con vigor sobre los procesos étnico-regionales, y en específico sobre el fortalecimiento étnico mismo, es la actividad desarrollada por las Organizaciones no Gubernamentales (ONGs), que a través de proyectos de desarrollo de base han consolidado aspectos como la conciencia étnica, a través de mecanismos tales como la educación bilingüe, la recuperación histórica, etc. Esta actividad de las ONGs es consecuencia de un movimiento mundial en favor del fortalecimiento de las identidades étnicas.

Por último, no se puede desconocer la influencia de los medios de comunicación, que están trayendo hacia estos países las propuestas de fortalecimiento étnico, incluso de independencia, que surgen en todas partes del mundo. Se puede decir que, acelerada por los medios de comunicación, se está expandiendo una nueva forma de entender los procesos de formación de las naciones, negando la propuesta de homogeneización nacional por una de diversidad cultural, y al mismo tiempo implantando otras hegemonías culturales de corte internacional.

Conclusiones

Una primera conclusión del estudio es que la información analizada permite repensar la noción de estado-nación a la luz de las historias particulares en cada país. En los dos casos analizados queda claro que fue el estado el que apareció primero, creando un aparato institucional y un conjunto de símbolos patrios, sobre los cuales se ha intentado desarrollar un proyecto de nación a través de la historia.

En segundo lugar, una conclusión derivada de la anterior, es que el proyecto estatal de constitución de naciones tuvo el carácter positivista de las minorías blancas ilustradas, cuyo objetivo era formar naciones homogéneas. Para esto, a través de diversos mecanismos se intentó eliminar las identidades étnicas y regionales, incluso recurriendo a los conflictos externos. Tal proyecto tuvo problemas en gran medida a causa de la ausencia de una clase social dirigente nacionalista capaz de desarrollar y sostener un proyecto de institución estatal de tipo occidental.

Otra conclusión es que en la diferenciación étnico-regional tuvieron importancia la disponibilidad de recursos de determinadas regiones, cuyo control fue disputado al estado central por las élites locales. Esto junto a la debilidad global de la economía, determinó que los países tuvieran ciclos económicos basados en ciertas riquezas, disponibles en ciertas regiones, y que por tanto, el acceso nacional a las mismas provocara choques de intereses entre las regiones, y también, entre grupos étnicos específicos.

Los modelos de desarrollo de substitución de importaciones promovidos en la segunda mitad del siglo XX incentivaron esta diferenciación regional, favoreciendo la instalación de industrias en ciertas regiones más que en otras. Tanto en Bolivia como en Ecuador la industria substitutiva de importaciones se asentó preferentemente en las regiones andinas, cuyas élites por esa época tenían el control del estado.

Un elemento que en los casos analizados contribuyó al proceso de nuevas formas de solidaridad étnico-regionales fue la crisis del modelo desarrollista, y la aparición de nuevas estructuras regionales, las que tienden a atenuar la antigua división bipolar, o bien a darle un nuevo carácter. En efecto, en la actualidad el modelo neoliberal en proceso de instalación, está favoreciendo a regiones que no fueron favorecidas con el modelo desarrollista. En el caso de Bolivia este nuevo dinamismo está fortaleciendo principalmente el oriente, tierra hacia la cual hay fuertes movimientos migratorios de población, particularmente de origen quechua. El fortalecimiento de la región de los llanos orientales, de gran potencial de recursos y con ventajas para relacionarse con los países más desarrollados de la cuenca del Plata, está sirviendo como eje articulador de una nueva bipolaridad, ahora con mayor énfasis sobre lo regional, con una región occidental andina indígena (aymará y quechua) y una región oriental mestiza.

En Ecuador la colonización de la Amazonia cumple ese rol. Pero tiene características diferentes ya que al no disponer de abundantes recursos agrícolas, ni de poseer una posición geográfica estratégica como el oriente boliviano, no puede integrarse a un proyecto de desarrollo autónomo, sino como una forma de colonia de la sierra, que aprovecha del petróleo de la región, pero no deja nada a cambio. La tecnocracia petrolera ni siquiera reside en la región.

En el proceso histórico de ambos países el estado, frente al problema de estar estructurado en forma problemática en torno a solidaridades étnico-regionales, incentivó el fortalecimiento de las estructuras de clases cuyas solidaridades sobrepasan las regiones. No obstante, el análisis histórico de este proceso demuestra que tal intento no llegó a completarse, de manera que los estados instalaron estructuras institucionales que quedaron a medio camino, teniendo que sustentarse precariamente sobre una estructura social dual, en parte étnico-regional y en parte de clases nacionales.

Esto produjo una debilidad estructural de los estados, y por tanto, incapacidad de mantener control político y territorial. Esto se concretiza en aspectos tales como una alta inestabilidad política, grandes y sucesivas pérdidas territoriales, y en el hecho que la identidad nacional se establezca en función de conflictos externos, de la Amazonia en Ecuador, y de la salida al mar en Bolivia.

Por otra parte, otro elemento que está comenzando a incentivar la diferenciación étnico-regional es que, a partir de la década de 1980, el concepto de nación y estado comenzó a cambiar en el mundo entero, afectando de paso las ideologías nacionales en América Latina. Tal cambio se orienta a rechazar la antigua propuesta de formación de sociedades nacionales, fortaleciendo las identidades étnico-regionales, la diversidad cultural, etc., y debilitando por tanto al estado como fuerza hegemónica. Es así que surgen propuestas, como en Ecuador, de redefinir el carácter del estado, como una confederación de nacionalidades, rechazando por tanto el antiguo proyecto de crear una nación a partir de la fusión de las antiguas nacionalidades indígenas, blancas, negras y mestizas.

Tal propuesta es esencialmente opuesta a la ideología anterior, que constituía una apuesta al futuro basado en una visión modernista-positivista, basada en el conocimiento y dominación del hombre sobre la naturaleza y en la homogeneización cultural. En el nuevo proyecto que está surgiendo hay otra forma de conceptualizar la modernidad, en que el hombre debe estar al servicio de la conservación de la naturaleza y la diversidad de la vida, y deben respetarse las identidades culturales de los pueblos sin importar su tamaño o peso político, porque sus culturas constituyen patrimonios de la humanidad.

NOTAS

1. Presentado a la III Reunión del Grupo de Trabajo sobre Identidades en la América Latina. Brasilia, 7 al 12 de diciembre de 1992. Este trabajo forma parte de las actividades desarrolladas en el curso Formación de América Latina, del Programa de Doctorado Conjunto de Estudios Comparativos de América Latina y el Caribe, de la Faculdade Latino Americana de Ciências Sociais (FLACSO) y la Universidad de Brasilia.

2. Tal vez esto ayude a explicar el surgimiento del indianismo mesiánico andino del movimiento de la guerrilla actual.

3. Hay varias maneras de deletrear este nombre. En Ecuador se estila “qhichua”. Una forma más antigua es “quechua”. Hemos optado por usar una sola forma para deletrear este nombre.

4. Otro caso de bipolaridad regional del tipo costa mestiza y sierra indígena es Perú, pero en este caso, la costa ejerce un papel dominante sobre la sierra.

5. Bolivia, según Fellmann [Historia de la cultura boliviana (La Paz/Cochabamba: Editorial Los Amigos del Libro, 1976) 137-38] “no estaba naciendo, al igual que otros países americanos, como prolongación natural de algunas de las grandes territorialidades coloniales autónomas largamente configuradas, y no poseía, por lo tanto identidad internacional, económica ni política propias… Y lo que es igualmente importante, desde un punto de vista geopolítico, existía en medio de dos parcialidades: Las Provincias Unidas y el Perú, solamente a causa del temor que, cada una de ellas, tenía del fortalecimiento de la otra. Para sobrevivir, pues, precisaba hallar una identidad… Era una República pero, ciertamente, no una Nación. El segundo de sus problemas, por lo tanto, radicaba en convertir una República en una Nación… (En cuanto al territorio) su dominio abarcaba toda la jurisdicción de la antigua Audiencia de Charcas, más la provincia de Tarija… Ese dominio, sin embargo, estaba compuesto por cuatro regiones dramáticamente diferentes: el altiplano, los valles, los llanos y el Litoral”.

BIBLIOGRAFÍA

Calderón, Fernando, y Jorge Dandler. 1984. Bolivia: La fuerza histórica del campesinado. La Paz: CERES-UNRISD.

Cardoso, Ciro F. S., y Hector Pérez Brignoli. 1979. Historia económica de América Latina. 2 vols. Barcelona: Crítica.

Delgado, Oscar. 1965. Reformas agrarias en América Latina: Procesos y perspectivas. México: Fondo de Cultura Económica.

Fellmann, V. José. 1976. Historia de la cultura boliviana. La Paz/Cochabamba: Editorial Los Amigos del Libro.

García Velasco, Rafael. 1981. El territorio del Ecuador en el siglo XX. Quito: Ministerio de Relaciones Exteriores.

Little, Paul E. 1993. La ecología política de Cuyabeno: El desarrollo no sostenible de la Amazonia ecuatoriana. Quito: ILDIS, en prensa.

Moreno, Segundo. 1977. Sublevaciones indígenas en la audiencia de Quito. Quito: Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

Murra, John. 1957. Formaciones económicas y políticas del mundo andino. Lima: Instituto de Estudios Andinos.

Pearse, Andrew. 1984. “Campesinado y revolución: El caso de Bolivia”. Eds. Calderón y Dandler.

Rivera, Rigoberto. 1992. “Historia de la agricultura y el estado en América Latina”. Borrador de trabajo.

Whitten, Norman E., Jr., ed. 1981. Cultural Transformations and Ethnicity in Modern Ecuador. Urbana: University of Illinois Press.

2017-11-02T18:31:14-02:00By |Artigos|